Entre el 23 y 24 de febrero se ha celebrado en Córdoba el I Congreso de la Mujer Gastronómica.

Lo cierto es que mi primera impresión cuando lo vi publicitado fue de pena. Pena porque se tenga que hacer un congreso en el que se realce el papel de la mujer en el mundo gastronómico. Pero no podemos ser utópicos, vivimos en el mundo que nos ha tocado y aunque en la mente de «espero» la mayoría este tipo de discriminaciones son arcaicas, lo cierto es que siguen existiendo y tan sólo hay que echar un vistazo al panorama de estrellas Michelin, o cualquier otro formato que recoja la realidad de la gastronomía actual, para ver que la presencia femenina sigue siendo escasa.

Amen de las consideraciones previas, el congreso me ha sorprendido por el formato, las mesas redondas se han sustituido por butaquitas de coloquio, las ponencias por charlas amenas y no se ha proyectado ni un PowerPoint.

Por otra parte, los talleres han sido muy buenos, donde las excelencias de los productos gourmet se han puesto en valor, con la cercanía de nuestros jamones, quesos, aceites y vinos.

Si alguna crítica hay que hacer al congreso (teniendo en cuenta que es el primero y sus organizadoras debutaban en estas lides) ha sido la falta de tiempo de debate, el espacio tan reducido en los talleres y quizás debatir temas, que seguro a muchos asistentes les parecerían muy interesantes, pero que en mi caso por desgracia para mí, eran la mayoría bastante consabidos, salvo alguna honrosa excepción.

Mujer Gastronómica

 

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