En estas fechas que todos andamos haciendo balance del último año y previsiones del recién iniciado, yo me encuentro haciendo balance a más largo plazo: 30 años.

El motivo es algo que nos explicaban en el cole y que se llama mínimo común múltiplo. En mi caso, el mínimo común múltiplo es 30, ya que el tiempo en la universidad se mide bajo dos criterios de calidad: la docencia cada 5 años y la investigación cada 6. Pues bien, el 31 de diciembre de 2017 se cumplía mi 6º quinquenio docente y corresponde a mi 5º sexenio investigador.

El primero (docente) es cuasiautomático y lo tengo ya recogido en mi hoja de servicios a 1 de enero. Realmente existen mecanismos para evaluarlo (Docentia) pero que a los que ya éramos “mayores” cuando se implantó, no se nos aplica. Aunque en mi caso, tampoco creo que habría más problema, pues además de dar bastantes más horas de clase de las que me corresponden, participo todos los años en proyectos de innovación docente (muchos de ellos liderándolos) e incluso recibiendo reconocimientos por algunos de ellos y he contribuido a poner en marcha varios planes de estudio, uno de grado y hasta 4 de máster y de estos últimos coordino actualmente dos.

Pero la investigación es otro cantar. Ésta se evalúa por parte de una agencia de acreditación externa (ANECA) y antes del 30 de enero debo haber enviado la solicitud (telemática), indicando de los últimos 6 años, los 5 artículos más relevantes, que deben cumplir una serie de requisitos en cuanto a la posición de la revista en el ranquin internacional de las mismas (JCR) que se distribuye para cada categoría en cuartiles (cuartil 1 o Q1 es que esté en el 25% superior, Q2 entre el 26 y el 50% y así sucesivamente).

Muchos compañeros, planifican este momento durante los 6 años, para llegar al menos con un número mínimo de publicaciones en el Q correspondiente, y su producción científica va poco más allá. En mi caso, han sido 43 artículos indexados en estos 6 años, por lo que hay publicaciones (amén de libros y comunicaciones a congresos) de lo más variado en cuanto a calidad y temática. Creo que no tendré problema para que me reconozcan el sexenio, pero habrá que esperar casi hasta el verano para el veredicto.

Todos esos artículos están recogidos en mi web, en el apartado de artículos indexados y en aquellos que la editorial lo permite tienen acceso al artículo completo, en otros casos al resumen, pero siempre me lo podéis pedir y os lo envío privadamente.

El motor de esta producción científica, no han sido proyectos nacionales o internacionales, pues el sexenio ha correspondido a una de las épocas de mayor parón en las ayudas públicas (y privadas) a la investigación. De hecho, me acaban de denegar por tercer año consecutivo un proyecto solicitado a nivel nacional (me ha traído carbón Papá Noel). En contraposición, afortunadamente la Universidad de Córdoba, me ha concedido dos ayudas puente para reformular los proyectos en lo que estamos trabajando y a través de fondos FEDER me concedieron dos proyectos que están aportando nuevos instrumentos de investigación y dotando la Planta Piloto de Tecnología de Alimentos de la UCO.

Pero como decía, el motor de los artículos en estos 6 años ha sido humano, concretamente el de los 14 doctores que en este periodo han realizado su tesis doctoral conmigo y la han defendido con éxito. Y lo han conseguido, pues ante la falta de recursos económicos, hemos hecho uso de ingenio y gran fuerza de voluntad: realizando investigación en los lugares más dispares y en muchos casos en circunstancias muy precarias; tomando muestras aún a riesgo de sus propias vidas; buscando recursos instrumentales donde los hubiera y pidiendo favores para usarlos; con situaciones en sus países que invitaban a abandonar todo y buscarse la vida en otro lugar; compaginando su trabajo, o la falta de ingresos económicos, con la tesis; o supeditados a ayudas de sus países que imponían tiempo de finalización que no han sido fáciles de cumplir. Cada uno de ellos, una historia personal más que una colaboración científica, una amistad, pero también un cargo de conciencia cuando las cosas no salían como deberían, cuando faltaban recursos, colaboración, o simplemente cuando ya estaba todo listo, pero los artículos no conseguíamos publicarlos. Pues hay que tener en cuenta que cada vez es más difícil publicar (aunque por el número de mis artículos parezca lo contrario). Tesis contrarreloj por plazos de planes de estudio a extinguir, o finalización de becas o ayudas, por reincorporaciones a trabajos, o simplemente por motivos personales, ya que suponían pérdidas de oportunidades por no tener aún cerrado este capítulo. Tesis afectadas por tres planes de estudios diferentes (98, 2007 y 2011), de 3 programas de doctorado (Nutrición y Metabolismo / Tecnología de los Alimentos / Biociencias y Ciencias Agroalimentarias), que durante este periodo de tiempo he dirigido y que con sus planes de estudio se han ido extinguiendo, hasta que como los inmortales, sólo ha quedado uno.

En este momento de hacer balance de mis 30 años de universitario, no mediré la docencia, ni la investigación, mediré el factor humano que sobre todo en estos últimos, los 6 años más activos de mi vida profesional, me ha permitido conocer a personas tan interesantes, tan valientes y con una capacidad de trabajo tan elevada, que les ha permitido llegar a cubrir una etapa científica de su vida profesional y en lo personal, ha consolidado una amistad. No daré nombres, pues están todos en mi web (tesis), ya que nombrarlos sería de alguna forma destacar a unos sobre otros y en la lista de mi web, la única jerarquía es cuándo leyeron su tesis. Pero sí decirles que ha sido un placer haber trabajado codo con codo con ellos para haber conseguido sus metas, que han sido las mías. Con la dificultad añadida que ese codo con codo suponía un codo en España y otro en México, Venezuela, Ecuador, Perú, o bien en Instituciones como Instituto de Agricultura Sostenible (CSIC), IFAPA e incluso con colaboraciones con empresas. Gracias por su esfuerzo y por creer en ellos mismos y en mí, por no haber tirado la toalla, por crecerse antes las adversidades y por haber aprendido a jugar al ping-pong con las revistas científicas, de las que a veces la respuesta ha tardado más de lo esperable y/o no era la deseada.

Pero en lo personal, el balance incluye mucho más que las tesis culminadas, pues aún tengo varias en desarrollo, trabajos de fin de máster que han consolidado amistades, viajes de prácticas, proyectos de innovación docente que han hecho crecer a mis alumnos y me ha permitido conocerlos mejor. Pero también trabajo burocrático, en el que relacionarme con compañeros. Por ejemplo en la comisión académica del programa de doctorado, con cuyos integrantes da gusto trabajar, por su profesionalidad y humanidad. O con buenos «jefes» que han sabido orientarme o dejarme hacer, según el caso, pero que sobre todo me han escuchado y atendido, aunque no si siempre entendido o complacido. No es fácil estar al mando y menos en la Universidad que todos estudiamos para ser líderes.

Y una mención especial a compañeros de administración y servicios que rompen totalmente el mito de funcionario, que están pendientes, que buscan soluciones, que sacan tiempo de donde no lo tienen. Sin ellos, esta universidad no funcionaría, o al menos no tan bien como lo hace la UCO. Y aunque podría dar nombres de los que día a día hacen que el trabajo fluya mucho mejor, mi propósito es no darlos, con una sola excepción: Pilar Arnaud, que está a punto de jubilarse y por ese motivo la destaco. He tenido el placer de trabajar con ella en diferentes etapas de mi vida profesional desde hace muchos años. Era el referente de las cosas bien hechas, cuando doctorado era poco más que hacer los cursos, poner un tribunal y leer la tesis. Le pilló todo el cambio de política doctoral, la creación del IDEP y los sucesivos cambios de planes de estudio. En esa época era el faro que nos decía dónde estábamos, cuando las aguas estaban más revueltas, aunque algunas veces ni ella veía tierra. Navegaba por la metrópolis de expedientes a caballo entre el papel y el digital, los cambios de bases de datos y de planes de estudios, para encontrar ese papel que hacía falta (o al menos, casi siempre). Te echaremos de menos, aunque quedan dignas sucesoras de tu legado.

Empecé comentando un simple balance de mis 30 años en la Universidad y creo que no puedo terminarlo mejor que con mis palabras de reconocimiento al servicio prestado a la UCO por personas que como Pilar, se jubilan. Pero con una reflexión que algunos me habéis escuchado en persona y ahora dejo por escrito, quizás porque veo llegar mi hora:

Ellos merecen descansar, pero nosotros no podemos permitirnos perderlos. Deberíamos tener formas de rescatar a estas personas valiosas pues son perfectamente válidas para colaboraciones puntuales de las que todos nos beneficiaríamos.