Entre los días 3 y 6 de agosto, invitado por la comunidad islámica Ahmadí de Pedro Abad, he asistido al Jalsa Salana UK 2018, reunión anual que congrega a decenas de miles de mulsumantes ahmaditas en Inglaterra. En esta ocasión, han sido unos 38.000 los que hemos compartido un espacio habilitado al efecto al sur de Londres, con un sólo propósito, fomentar su lema: «Love For All Hatred For None» = «Amor para todos, Odio para nadie«.
En esos días, más de 200 nacionalidades, mayoritariamente ahmadies, pero también de otros cultos, como el católico, ortodoxo, protestantes, etc. hemos convivido en armonía y hemos escuchado el mensaje del profeta prometido, de boca del último Khalifa Ahmadiyya Mirza Masroor Ahmad. En esta religión, están separados el poder religioso y el gubernamental, por lo que el Khalifa es exclusivamente el jefe espiritual de sus feligreses, distribuidos por todo el mundo.
El origen de esta religión (variante de la islámica, aunque no reconocida como tal por los demás musulmanes), la fundó Mirza Ghulam Ahmad el 23 de marzo de 1889 en la India y tuvo un fuerte arraigo en Pakistán, de donde son muchos de sus seguidores, aunque en la actualidad están proscritos en este país y sufren persecución e incluso atentados.
Con una organización impecable, donde todo estaba previsto y controlado, se han desarrollado todos los eventos programados. Sin embargo, no se notaba en ningún momento el control, pues los diferentes encargados de la seguridad, u otras actividades, se condujeron siempre con total amabilidad y sin faltarles una sonrisa en la cara.
Ese amor y paz que predican, es la principal sensación percibida durante todo el tiempo que he estado en el evento, lo cual no implica que sea una religión laxa, pues tiene unas fuertes convicciones y perfectamente establecida su forma de conducirse. Esto se comprobó en el evento, pues en todo momento está controlado y reglamentado cualquier aspecto que ocurría en el recinto. Una firme mano envuelta en guante de seda, pues hay normas que sus fieles respetan escrupulosamente, como la segregación por sexos, o la asistencia a los rezos. Son sus costumbres, ellos las tienen interiorizadas, y como invitados, lo lógico era respetarlas. Pero, ello no impidió que nos respondieran a nuestras preguntas sobre el velo, o la separación de las mujeres, y que respetaran que las mujeres de nuestro grupo no llevarán la indumentaria que ellos acostumbran (a pesar de que en la foto inicial lo tengan, pero fue por motivo de una audiencia privada con el Khalifa). E incluso, durante el rezo, algunos de ellos no sólo nos atendieron, sino que nos abrieron en exclusiva zonas que durante el mismo estaban cerradas. Una tolerancia hacia los demás que permite una congregación tan plural como es el Jalsa Salana.
Por mi parte, estaba muy interesado en su forma de alimentarse, que básicamente es la islámica. Lamentablemente, la logística para un evento tan multitudinario, hacía muy exiguo el repertorio de platos servidos, principalmente guiso de cordero o pollo, arroz basmati (blanco o parboiling) pasta, menestra y pan árabe.
No obstante, me acompañaron en una visita privada por la zona del mercadillo de comidas (cerrado durante el rezo) en el que pude ver diferentes productos que se venden, aunque a mí me los dieron a probar gratis. Muchos de ellos dulces, azucarados o almibarados, así como helados. Tanto los dulces como los salados muy especiados y habitualmente picantes, y entre ellos, una especie de choclos (maíz tierno) muy condimentado, que se agita fuertemente para que todo el producto se homogeneice. También me resultó llamativo un dulce elaborado con hojas de árbol y especias que denominan «pan». Por supuesto, pinchitos de pollo (impregnados en un líquido rojo) y hamburguesas, al más puro estilo americano, pero por supuesto Halal. Todo ello bastante picante.
Indagué de varios seguidores sobre su alimentación y las dificultades que tienen para encontrar comida Halal en donde viven. Todos ellos indicaron que evitan el cerdo y las bebidas alcohólicas y siempre que pueden consumen comida certificada Halal, pero que no se obsesionan por ello. Incluso alguno reconoció haber comido cerdo por error y no supuso un trauma, aunque trataron de espiarlo con rezos y por supuesto arrepentimiento (aunque la ingesta en ningún caso fue voluntaria).
En líneas generales, los mensajes dados por el Khalifa, encajan en la esencia de cualquier religión, el amor al prójimo, la no violencia y la paz. Aspectos que ellos mantienen como elemento diferenciador sobre otros islamistas, que en cambio prodigan la guerra y el rencor. Por otra parte, no es una religión anclada en el pasado, pues por ejemplo se hizo una reflexión sobre las nuevas tecnologías, móviles y otras pantallas, que consideran imprescindibles en el mundo actual, pero les piden a los padres que cuiden de que sus hijos no abusen de ellas. Algo que suscribimos todos.
Tras tres días de convivencia, incluida una cena que compartimos centenares de privilegiados con el propio Mirza Masroor Ahmad, tras clausurar el Jalsa Salana, el Khalifa recibió el lunes por la mañana en su residencia a la delegación española y estuvo charlando con nosotros de diferentes temas. Siendo fiel a mi incontinencia verbal, acaparé buena parte de la conversación con temas alimentarios y compartiendo experiencias. Por mi parte, obsequié al Khalifa con una cartera y bolígrafo con el logo de la Universidad de Córdoba, brindándoles colaboración. Bromeé sobre que no era un regalo muy importante (comparado con el de otros compañeros) y el respondió que «la pluma es más fuerte que la espada«, fiel a su ideología.
Obviamente, mis ideas teológicas no coinciden con la suyas, pero sí las filosóficas, ya que soy un firme defensor de la libertad de culto y pensamiento. Parafraseando a Voltaire: «Aunque no esté de acuerdo con lo que dices, defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo«.
La inmensa mayoría de los musulmanes no son Yihadista o Talibanes, pero los Ahmadies son desde luego todo lo contrario.
Por si todo esto no fuera suficiente, he tenido el placer y el lujo de compartir mi estancia en Inglaterra con un grupo de españoles, la mayoría cordobeses, que fueron invitados también por la comunidad ahmadí. Periodistas, concejales y alcaldesa, sociólogos, poetas, especialistas en energías renovables y profesores de universidad, entre otros. Con ellos, no sólo he compartido la experiencia, sino que hemos entablado buena amistad, e incluso relaciones profesionales de futuro. Pero sobre todo, con los que he pasado unos momento francamente divertidos, pues en lugares distendidos, el buen humor (quien lo tiene) surge por doquier y ha conseguido que mantenga una sonrisa casi permanente y en algunos casos a carcajada limpia.
El día libre por Londres, también me ha permitido ver la street food de la city, que en ocasiones es garden lunch, además de disfrutar de los edificios y monumentos de una de las ciudades más cosmopolitas del mundo.
Magnífica terapia para el inicio de las vacaciones estivales y un conocimiento más amplio de esta comunidad pacífica con la que espero seguir manteniendo una buena relación.