Hoy siento la falta de un buen amigo, con el que siempre podía contar y del que admiraba su entusiasmo y dedicación al “conocimiento”, sin apellidos, sin etiquetas, en su más amplio y detallado sentido de la palabra. Hoy se nos ha ido Diego Santiago Laguna.
No hará ni diez días que hablábamos para planificar nuevos hitos comunes, me contaba que se sentía bien y rebosaba esas ganas de hacer cosas, que siempre lo caracterizaban. Comentaba que tenía que pasar el relevo de actividades de manera pausada y calculada, sabiendo medir las fuerzas que creía que le quedaban y depositando su confianza en quien pudiera seguir con entusiasmo cada una de las múltiples pequeñas tareas que seguía llevando a cabo. Porque Diego seguía siendo Universidad de Córdoba y Facultad de Veterinaria, aunque a veces les llevaba el paso cambiado. Era uno más del Departamento de Bromatología y Tecnología de los Alimentos, donde tras su jubilación recaló, por una mayor afinidad y proyectos en común con algunos de nosotros. Era el presidente perpetuo de los tribunales de los trabajos de fin de máster en Agroalimentación, donde siempre encontraba, hasta en los que a priori parecían menos afines a él, ese punto común de su larga experiencia y conocimiento. Sabía concluir el turno de preguntas con las palabras atentas y precisas, tanto para ensalzar las virtudes de lo expuesto, como para reconducir a un futuro mejor, un trabajo poco lucido.

Diego entregando la calificación a José Carlos Uclés, compañero al que también echamos en falta.

Tuve el honor de conocerlo en los albores de los ochenta, yo cursando farmacología, él como catedrático recién regresado de León, queriendo revolucionar la docencia y consiguiéndolo en los que lo supimos escuchar y sobre todo comprender.

A lo largo del tiempo tuve numerosas ocasiones en las que coincidimos, como en mi paso como alumno interno de su departamento y por tener laboratorios contiguos de investigación en los espacios liberados en la antigua faculta de Veterinaria.

Entre mis recuerdos, aquella larga intervención de Diego un 29 de julio en el salón de columnas del rectorado, en que estábamos reunidos directores y secretarios de departamento. Sus palabras grandilocuentes parecían no tener una conclusión concreta, por lo que cuando terminó le pregunté ¿qué es lo que has querido decir? ¡me he perdido! Y él contesto: “Nada, simplemente quiero que el rector se acuerde que yo estaba aquí en una fecha tan inoportuna”. Era de verbo fluido tanto en oratoria, como escrito y sabía darles el ritmo y entonación oportunos.
Tuve la suerte de poder colaborar con él, en varias ocasiones, como aquellas rutas por las tabernas de Córdoba con el Aula de Cultura Gastronómica, en la que además de demostrar ser un buen conocedor de nuestra ciudad, pergeñaba un hilo conductor, ya fuese la Carmen de Merimée, o las aguas subterráneas que cruzan la ciudad, dejando boquiabiertos a los convocados, siendo el perfecto Cicerone Erasmus pues lo mismo atendía en su idioma a franceses, ingleses o incluso italianos.
Una de las últimas colaboraciones fue en algo bastante ajeno a nuestras áreas de conocimiento: “BANQUETES, YANTARES Y AYUNOS DE SANCHO PANZA”, presentado al ‘I Congreso Nacional ‘Ciudad Real y su provincia’, conmemorando el aniversario del Quijote. De nuevo Diego hizo gala de ese pozo sin fondo de los conocimientos más sorprendentes, en esta ocasión en una de sus pasiones, que era la novela en el siglo de Oro español y su relación con la alimentación.

En este momento debería estar en el tanatorio, acompañando sus restos, pero sobre todo a Conchita, sus hijos y a un seguro numeroso grupo de buenos amigos, muchos de ellos comunes, pero necesitaba expresar mi cariño y admiración, por éste, como a veces él se autodenominaba: “viejo profesor” que imbuido del espíritu de Peter Pan, nunca llegó a ser viejo, su entusiasmo lo delataba y la vivacidad de sus ojos claros, no dejaban duda de que en ese cuerpo que se deterioraba, habitaba el joven e indomable Diego Santiago, tal y como siempre lo recordaremos.

Mañana, 1 de abril, espero poder acompañarlo y a sus seres queridos en San Miguel a las 17h.

Para los que no lo conocisteis, os dejo una breve reseña de su currículum,  que él mismo me envió hace poco, para cumplimentar los trámites de un curso de verano en el que ambos íbamos a participar juntos. Te echaremos de menos.

Diego Santiago Laguna nació en Córdoba el día 23 de noviembre de 1941. Hizo los estudios de bachillerato en el Colegio Salesiano de aquella ciudad y en el curso 1958-59 inició los de la licenciatura en Veterinaria en la Facultad cordobesa. En octubre de 1964 se incorporaría a la docencia universitaria como profesor ayudante de clases prácticas en la Cátedra de Farmacología, Terapéutica y Toxicología y Veterinaria legal, disciplinas a la que permaneció vinculado durante toda su carrera docente. Doctor en Veterinaria por la Universidad de Sevilla, en el año 1970, continuó sin interrupción su trayectoria académica como profesor adjunto de la Facultad de Veterinaria de Córdoba hasta octubre de 1975 cuando ganó la oposición a la cátedra de Farmacología, Terapéutica y Toxicología y Veterinaria legal, de la Facultad de Veterinaria de León donde fue Vicedecano en 1977. En el plano académico se implicó activamente en el desarrollo de nuevas metodologías en la enseñanza de las disciplinas a su cargo, tradicionalmente memorísticas, hacia un nuevo concepto de la enseñanza como aprendizaje dinámico con una viva interacción profesor-alumno. Estimuló la coordinación interdepartamental con dominios afines a su especialidad, Patología médica y Patología quirúrgica. Creada la Universidad de León por Ley de 30 de octubre de 1979, fue nombrado Vicepresidente de la Comisión Gestora, cargo asimilado a Vicerrector con competencias en extensión Universitaria y Alumnado. Desarrolló durante los tres cursos académicos siguientes, antes de su regreso a la Facultad de Córdoba en 1982, una intensa actividad organizando los primeros Cursos de Extensión Universitaria en Astorga y Valencia de Don Juan, y promovió la creación de un “cine universitario”.  En 1982 representa a la Universidad de León en el Primer Encuentro Hispano-Mexicano de Universidades, en la capital azteca, como ponente español del tema “La importancia de la Extensión Universitaria en la nueva panorámica de cooperación académica internacional”. A su regreso a Córdoba en octubre de 1982 deja creado en León el embrión de un núcleo de investigación y docencia en las materias que enseñó servido por jóvenes profesores y profesoras que hoy ostentan cargos de responsabilidad y gobierno en la Universidad leonesa del siglo XXI. Dirigió cuatro tesis doctorales en su etapa leonesa y publicó numerosos artículos en revistas españolas y francesas, siguiendo su trayectoria de colaboración con colegas de aquel país. 

En la Universidad de Córdoba ha sido Vicedecano de la Facultad de Veterinaria, Director del Departamento interfacultativo de Farmacología, Toxicología y Medicina legal, miembro electo durante ocho años del Consejo de Gobierno y profesor en las licenciaturas de Veterinaria, Ciencia y Tecnología de los Alimentos y Ciencias Ambientales.

A lo largo de su trayectoria académica el Prof. Santiago Laguna ha desarrollado una intensa y continuada actividad complementaria en el ámbito de la cultura y la promoción del conocimiento y las humanidades: Conferenciante, articulista, participante y organizador de reuniones científicas y profesionales, entre otras las IV Jornadas Toxicológicas en León (1981) y los Congresos Españoles e Iberoamericanos de Historia de la Veterinaria, Córdoba  (2010) y Baeza (2015). Creador y editor de Revista de Toxicología de la Asociación Española de Toxicología, de cuya junta directiva fue miembro durante ocho años. Actualmente está implicado en tareas de investigación histórica sobre temas académicos y veterinarios. Ha participados en acciones de cooperación académica internacional, profesor visitante Erasmus en Bolonia, Pisa, Milán y Lyon y en el JEP (Joint Experimental Pogramm) de la Unión Europea en Eslovaquia, 1995-97. 

En sus lejanos años estudiantiles se involucró en trabajos de asociacionismo y representación; más tarde dirigió el Colegio Mayor Universitario Lucio Anneo Seneca de Córdoba y cursó estudios empresariales en ETEA (Escuela Técnica Superior de Empresa Agrícola, hoy en la Universidad Loyola de Andalucía) donde más tarde explicaría durante tres cursos “Estadística aplicada”. Está en posesión de la insignia de oro de esta institución (2013). Al término de la licenciatura recibió el Premio Nacional Fin de Carrera (1964) y más recientemente (1999) la Encomienda de la Orden Civil de Sanidad del Reino de España. Es Académico de Honor de la Real Academia de Ciencias Veterinarias de Andalucía Oriental.

DEP