Recientemente ha aparecido una nueva revista científica Journal of Negative and no Positive Results que viene a cubrir un hueco en las publicaciones científicas muy necesario, que es el de esos trabajos científicos bien ejecutados pero que no dan los resultados previstos. Cuando su director, Jesús Culebras, que conocía de la revista Nutrición Hospitalaria (en la que habréis visto tengo una buena colección de artículos) me lo comentó, rápidamente pensé en unos cuantos trabajos que podrían ir a engrosar la revista y de hecho, ya tengo uno publicado (al que hace alusión la foto) y otro en preparación.
Pero Jesús, ante el término que le di a este tipo de artículos «cajonazos», me propuso que le hiciera una editorial, que también está publicada, pues son espectacularmente rápidos en revisar y comunicar la decisión. Os la transcribo aquí:
La resurrección de los cajonazos.
Cualquier científico que lleve en activo unos cuantos años tiene alguna investigación, que por diversos motivos, no ha sido publicada. En algunas ocasiones, se trata de trabajos que han sido sistemáticamente rechazados por todas las revistas científicas en las que ha tratado de publicarlo. En otros casos, ni tan siquiera se ha intentado la publicación, durmiendo los datos, o incluso el artículo completo, el sueño de los justos en algún cajón, o más recientemente en algún lugar de memoria informática. Estos artículos nonatos se pueden deber: simplemente al descuido u olvido del investigador en sacarlos a la luz; por discrepancias entre los autores, bien a la hora de elegir revista, o simplemente personales; el abandono laboral del investigador más comprometido con el estudio, lo cual es relativamente frecuente en el mundo universitario debido a tesis, tesinas, trabajos de fin de grado o máster, que una vez presentados a sus correspondientes tribunales, el alumno no remata con su publicación y el tutor de dichas investigaciones, no tiene tiempo de publicarlos; también pueden ser estudios colaterales no imprescindibles para la justificación de la actividad investigadora llevada a cabo; o bien porque los resultados obtenidos no son para nada los esperados y los objetivos previsibles no son alcanzados.
De un modo u otro, la inmensa mayoría de esos trabajos pueden ver la luz y ser publicados finalmente, simplemente buscando un ámbito de publicación menos exigente o más adecuado, o dedicándole el tiempo necesario para rescatarlos de ese limbo en que el prófugo alumno los dejó. Sin embargo, aquellos trabajos que ofrecieron resultados diferentes de los esperados y que aparentemente no se les encuentra relevancia científica, aquellas investigaciones con resultados negativos o simplemente no positivos, quedaban inexorablemente en ese cajón virtual, dolorosamente para el investigador que las realizó.
A estas investigaciones las suelo denominar “cajonazos”, termino carnavalero que se les da a aquellas agrupaciones que el público espera que ganen en su modalidad, o al menos pasen a la final del carnaval, pero que sin embargo quedan descolgados de la competición. El motivo del símil es simple: son trabajos que habitualmente están bien planificados y ejecutados, la hipótesis de partida está bien construida y los objetivos planteados concuerdan con lo que otros autores en ámbitos similares han publicado. Todo apunta a que se van a obtener unos resultados adecuados y que enriquecerán el conocimiento científico, amén de contribuir en algunos casos a implementar un desarrollo tecnológico, resolver un problema, o dar luz sobre algún ámbito de la ciencia que está aún poco estudiado. Sin embargo, los resultados obtenidos contradicen lo esperado y tras comprobar que no se ha cometido ningún error en la investigación realizada, comprobamos que no permite aportar ningún resultado científico positivo.
¡¡¡No hemos descubierto la cura global para el cáncer!!!
Cuando esto ocurre, habitualmente el investigador atraviesa todas las fases clásicas que en psicología se especifican para el duelo:
- Negación: ¡No es posible! ¡algo ha debido fallar!¡hay que repetirlo todo! ¡tenemos que comprobar todos los puntos críticos en los que se haya podido cometer un error! etc.
- Indiferencia, enfado o hasta ira: Aquí cada uno reacciona en función de su carácter y evidencia sus patente estado de frustración.
- Negociación: Nos planteamos si seguir en esta línea, o si reconduciremos nuestras investigaciones. En definitiva, si vamos a dedicar más tiempo, dinero y esfuerzo (que pueden ser en balde) al desarrollo de la línea de investigación que nos ha fallado.
- Tristeza: es la que nos embarga al pensar las ilusiones puestas en la investigación fallida, una vez que nos hemos sosegado y tomado nuestra resolución.
- Aceptación: Finalmente aceptamos que la investigación debe quedar en ese cajón virtual y que ya no podemos hacer nada por ella.
Pero realmente nos estamos equivocando al dar por pérdida la investigación y no hacerla pública, pues saber que el camino no conduce a donde esperábamos puede ser muy útil para otros investigadores. Es como llegar a un punto de la carretera en que ésta se corta por un derrumbe u otra incidencia y nos obliga a desandar el camino. ¿Dejaremos a los que nos cruzamos en ese retorno que lleguen hasta el punto de la carretera cortado, o les avisamos de lo que ocurre? Posiblemente, existan personas que los dejen llegar hasta el obstáculo que nos detuvo, pero el carácter colaborativo del investigador nos hace proclives a ayudar a nuestros semejantes. El problema hasta ahora es que no teníamos una forma eficiente de avisar.
Los resultados negativos, o no positivos, han sido de poco interés para las editoriales de las revistas científicas que han primado artículos positivos, que podrán ser citados y recitados, aumentando los índices de impacto de su revista, escalando puestos en los rankings y dando prestigio a la misma. Sobre todo, ante la avalancha de instituciones de todos los países, que han establecido sus criterios para evaluar la calidad de la investigación en la premisa de que la misma sea citada. Esta situación hace que las revistas que están bien indexada reciban infinidad de artículos, entre los cuales, aquellos que ofrecen resultados negativos o no positivos no son de especial interés. Esto ocasiona que se apaguen las esporádicas antorchas, que antaño podían ofrecer luz sobre esas escolleras, o caminos cortados. Todo ello, a pesar de la obligación moral que el “grupo de Vancouver” establece en cuanto a la publicación de estos resultados (os recomiendo leer la editorial del primer número de esta revista).
Afortunadamente, tenemos ahora un órgano de difusión, que cual faro ante las escolleras, permite evidenciar los peligros que existen en la navegación, evitando que otras naves investigativas se encallen contra ellos.
Estamos de enhorabuena por la iniciativa de esta revista y animo a todo aquel que haya sufrido un “cajonazo” a resucitarlo y darle vida a pesar de que ya hubiese llegado a la última fase del duelo. Y por supuesto, tener presente la revista para futuras investigaciones, pues nadie estamos exentos de poder padecer “un gatillazo” en el futuro, por sólidas que sean nuestras líneas de investigación.
No quiero terminar, sin dar un toque de atención para aquellos que obtuvieron resultados positivos que se quedaron en los cajones, por la desidia de sus autores, para que se animen a que salgan a la luz, pues de lo contrario, algún día habrán superado su fecha de caducidad.