Desde hace unos meses, quien me ha seguido en redes, o en algún webinar, me habrá oído decir que el sistema de etiquetado frontal Nutri Score, a pesar de ser uno de los sistemas más contrastado y estudiado científicamente, tiene fallos de incoherencia con algunos alimentos (muchos). Existen dos opciones, la más fácil es no usarlo, pero también queda la opción de realizar excepciones con ellos, como se ha hecho con el agua, que directamente se clasifica como A, sin más explicaciones. Ya que el agua es la mejor bebida que podemos tomar, según unánime dictamen de los científicos (aunque posiblemente en el Titanic, no hubiesen estado de acuerdo).

Quizás la incoherencia más manifiesta se produzca con los aceite de oliva vírgenes (AOVs) que está avalada por cientos de publicaciones científicas, e incluso aceptada una alegación nutricional de EFSA (Autoridad para la Seguridad Alimentaria Europea). En principio salía calificado por Nutri Score como D y gracias a una medida de gracia especial (que dicho sea de paso favorece a grasas producidas en Francia) quedaba en C, junto a otros aceites “vírgenes” que ni de lejos tienen las propiedades que tienen los AOVs pero los clasifica a su nivel.

Y lo de que las grasas producidas en Francia, no lo ponía por casualidad, pues el algoritmo que sitúa cada alimento en la clasificación de Nutri Score es de “propiedad” francesa y como en el anuncio del Scatérgonis, se auto-admitieron, los quesos franceses como “animal de compañía” y les dieron la venia para que se pudiera usar parte del algoritmo, que por contenido graso tenían vetado, lo que los condenaban a los últimos puestos de la clasificación. El argumento para la excepción, su elevado consumo en Francia y su magnífico aporte de calcio biodisponible, lo cual no es mentira. Y eso que no consideraron que los quesos de vena azul tienen un potente anticancerígeno “andrastina” que es aún más abundante en un queso español: el Valdeón. Lo mismo podríamos decir por ejemplo del excepcional aporte de hierro biodisponible y vitamina B12 del jamón 100% ibérico de bellota. ¿Por qué no se hace esta excepción? Será por ese apellido de ibérico, pues seguro que si se elaborara en Francia ya tendría una mención especial que lo pondría a la cabeza del abecedario.

Defiendo una clasificación automática de los AOVs como A en Nutri Score y una excepción del algoritmo para el jamón ibérico de bellota, igual o mejor que la de los quesos. Y podríamos seguir y sumar, pero realmente crearíamos un monstruo de “Frankestein” lleno de parches y enmendaduras que complicaría aún más un algoritmo que parte de una base ya errónea, que es poner el rasero de que todos los alimentos se evalúan por 100g de producto, independientemente de la frecuencia con que habitualmente se consuman. Y por otra parte, ser muy simplista y anticuado en los criterios nutricionales baremados, que son los que se manejaban en términos nutricionales hace años, cuando se diseñó, sin tener en cuenta perfiles nutricionales como el aporte en oleico u omega 3, o el aporte en compuestos minoritarios con efectos saludables como polifenoles y otras sustancias antioxidantes y ni si quiera tener en cuenta el aporte de vitaminas y minerales.

A raíz de esta polémica han surgido diferentes documentos refrendados por colectivos como la Intersectorial del Aceite de Oliva o Asociación Española de Denominaciones de Origen e Indicaciones Geográficas Protegidas -ORIGEN ESPAÑA. Esto ha dado eco en medios de comunicación y audiencias ante las autoridades a nivel nacional, con concesiones tibias y poco beneficiosas para ninguno de los proponentes. Más recientemente, los científicos se han posicionado en dos bandos (aunque alguno está en ambos), a favor de Nutri Score, o en contra. Y aunque mi corazón está con estos últimos, no veréis mi adhesión al escrito, por lo mismo que llevo defendiendo en todo lo que llevo escrito: “COHERENCIA”. Ya que estoy de acuerdo con el argumentario, pero no en algunos casos con la terminología. Pues, quien me viene siguiendo desde hace tiempo, me habrá oído decir que no debemos usar alegremente la palabra “ULTRAPROCESADO” o “EDULCORANTE”. Los motivos: sendos documentos que colaboré en redactar, defendiendo que no todo alimento que se industrialice en términos de la clasificación NOVA u otras similares, tiene porque ser perjudicial; y por otra, que hablar de “EDULCORANTES” es referirse a un grupo muy heterogéneo de sustancias con propiedades, niveles de absorción, transformación y catabolismo o eliminación muy diferentes, que solo tienen en común el que dan sabor dulce a los alimentos. Es como si de repente dijéramos que los coches rojos son peligrosos.

Esos términos usados en el documento, en el mismo sentido que tantas veces he criticado al verlo en redes sociales, no podía rubricarlos. Y que conste, que soy el primero en propugnar que lo ideal es el consumo de alimentos: lo menos manipulados y de cercanía, en preparaciones domésticas y aún mejor con recetas tradicionales. Pero no olvidemos que tenemos una sociedad que demanda alimentos listos para consumo, atractivos, palatables, con pocos requerimientos de conservación, con fechas de caducidad cuasi-eternas y baratos. ¿Cómo se hace eso sin procesado y en muchos casos aditivos alimentarios?

Por tanto, mi apoyo moral al documento que muchos colegas, algunos de ellos buenos amigos, han rubricado en contra de que se instaure Nutri Score en España y si fuese posible ni en Europa. Aunque por coherencia no vaya mi firma física.

Pero también mi apoyo a los colectivos de productores que ven peligrar ya no solo su forma de vida y mercado nacional, o internacional, sino el buen nombre de productos que son singulares, joyas de nuestra gastronomía y además, algunos de ellos, como los AOVs de los mejores alimentos que podemos tomar.

¿Para cuando nuestro propio etiquetado frontal de «Incluido en el patrón de alimentación mediterránea»?