Surge de nuevo la polémica sobre la idoneidad o no del consumo de carne en la dieta humana, y más concretamente la carne de vacuno.
Soy un firme creyente de que en la moderación está la virtud. En este sentido, apoyo la moderación que en los últimos 40 años se ha propuesto y el aquiltamiento paulatino del consumo recomendado de carnes rojas que ha dado lugar a la pirámide de los alimentos de la dieta mediterránea. Pero a pesar de ello, no creo en dogmas sino en ciencia por lo que os pongo en negro sobre blanco (o quizás en 1 sobre 0 al viajar en bits) los pros y los contras del consumo de rumiantes (actualmente las carnes rojas mayoritariamente consumidas).
La FAO informa del aporte sobre el efecto invernadero por causa de los rumiantes
La alarma surge por un estudio en el cual se sitúa la producción de gases efectos invernadero por parte estos animales en el 18% del total mundial, lo que hace que sea la primera causa, por encima de la contaminación por carburantes. El motivo de que los datos salgan tan abultados es debido al tipo de gas producido por estos animales: metano. Si bien el 37% del gas metano producido por la actividad humana procede de estos animalitos, al ser extremadamente perjudicial para el medio ambiente, se multiplica por 23 el aporte producido, para calcular el efecto sobre nuestro medio ambiente. Ahí no queda la cosa, el óxido nitroso producido por el estiércol hay que multiplicarlo por 296 para calcular el efecto sobre nuestro medio ambiente.
A todo esto debe unirse que la producción mundial de carne de vacuno y leche prácticamente se duplicará en la primera mitad de este siglo (2000-2050). Ya a día de hoy la OMS considera que producimos el doble de carne de la que necesitamos.
Ganar campo a los bosques
Por otra parte, el aumento de la cabaña ganadera supone ganarle terreno a los bosques y selvas, para convertirla en praderas y sembrados. Por ejemplo el 70% de la deforestación amazónica se ha dedicado a estos menesteres. Es decir, no sólo se emiten gases perjudiciales, sino que se elimina la capa verde que está amortiguando ese efecto perjudicial de los gases además de producir el oxígeno que puede transformarse en ozono.
Comparación dieta mediterránea / occidental
En las XIX Jornadas Internacionales de nutrición aplicada, el prof. Luis Serra abundaba en el beneficio que supone desde el punto de vista medioambiental el optar por la dieta mediterránea, frente a la dieta occidental y dicho beneficio se centra en reducir el consumo de carnes rojas. Usando ambos argumentos Gastrronomía y cía, también centra el problema en este consumo de carne.
Efectos sobre la salud de consumo de carnes rojas y lácteos
Todo ello sin perder de vista los cientos de estudios y multitud de meta-análisis, en los cuales se demuestra que el consumo de carnes rojas y lácteos (sobre todo su grasa) está altamente correlacionados con enfermedad cardiovascular, cerebrovascular y cáncer (sobre todo el de colon, pero también muchos otros), que son los principales causas de muerte en las sociedades desarrolladas.
Efecto del cambio de modelo
No olvidemos que por otra parte, casi una quinta parte de la población mundial subsiste gracias a la cría de ganado de forma directa o indirecta, por tanto un cambio drástico de modelo de consumo puede llevar al paro / indigencia a cientos de millones de personas y derrumbar grandes economías mundiales, como la argentina, o neozelandesa y ni que decir tiene de las pequeñas microeconomías familiares que subsisten por la cría de ganado, o de los cultivos para alimentarlos. Por tanto las soluciones, por más que nos urja resolver el cambio climático, tienen que ser progresivas.
Dieta del Neardental
Por si en esta polémica no tuviéramos suficiente, surgen nuevas ideas sobre el consumo de carne y proteína como base de la alimentación en forma de dieta cetogénica, o también conocida como dieta de los Neardentales, dado que se especula que dichos antepasados consumían principalmente este tipo de dieta de forma habitual en aquel periodo. Existen también algunas evidencias científicas sobre los efectos sobre la obesidad, hipertensión, diabetes y otros indicadores de salud cardiovascular que mejoran sustancialmente. Desgraciadamente, aún las evidencias científicas son pocas, frente a la amplia evidencia que tiene la dieta mediterránea.
Mi reflexión
Está claro que el objetivo personal y global es que el consumo de carnes rojas debe reducirse y como todo el cambio debe hacerse de forma progresiva y decidida, para que dé tiempo a que haya un cambio de modelo productivo. Por ejemplo, el primar el consumo de este tipo de rumiantes criados en extensivo (donde la densidad animal es mucho menor) y mientras tanto estar muy atentos a los nuevos estudios sobre las dietas cetogénicas y por supuesto la posibilidad de aprovechar esa producción de metano y oxido nitroso que hoy se escapa a nuestra atmósfera y que si pudiera recuperarse podrían convertirse en unos subproductos muy rentables.